viernes, 9 de mayo de 2008

Seis cosas que me gustan

Este artículo es una continuación de “Una bonita idea” y responde a una invitación realizada desde Vesedo

Para empezar a enumerar las cosas que me gustan he de hacer referencia a mi deporte, el ajedrez. Aunque para muchos no sea más que un simple juego, la idea de una partida en la que se enfrentan dos jugadores, empleando únicamente sus conocimientos, y en el que vencerá el más listo o el más pícaro, pero no quien más fuerte golpea, me parece sublime.

Pero, como en todo, tendríamos que hacer matizaciones. Unas partidas resultan más interesantes que otras. Si no te encuentras a gusto, la partida puede resultar tediosa estresante o aburrida. Ahora sí, cuando nada de eso ocurre, la sensación de haberte divertido hace que salgas de la sala de juego con una sonrisa a pesar de que la planilla lleve apuntada una derrota.

También he de señalar que no sólo me encanta jugar partidas, sino también contribuir a su difusión a través de la enseñanza o la organización de torneos. Muchas veces es una labor altruista, sin recompensa monetaria, pero con la gratificación de ver a los jugadores disfrutar de la competición o que tus alumnos acuden a cada clase con la ilusión de quien va a recibir los regalos el día de su cumpleaños.

Pasemos ahora a la segunda cosa que puede incluirse en esta enumeración. Como no me han indicado que haya limitación alguna a la hora de designar lo elegido para poner, me decantaré ahora por la última de las muchas ideas que rondan mi cabeza.

Puede que muchos no sepan de que hablo cuando digo “Erecteion”, es algo lógico por otra parte ya que nadie se suele fijar en él a no ser que lo tenga delante. Estoy hablando de un pequeño edificio, no muy grande ni lujoso pero sí delicadamente bello. Aún pocos sabrán a que me refiero pero os sacaré de dudas.

El Erecteion es un pequeño templo griego, poco conocido por culpa de su pariente mayor, el Partenón. Ambos se sitúan dominando Atenas desde lo alto, pero en las guías turísticas uno de ellos copa todas las fotos…

Si alguien de quien lea esto ha estudiado algo de Arte grecorromano sabrá que los habitantes del Egeo empleaban una planta común, canónica, para sus edificios religiosos. Todos son más o menos iguales, cambia el número de columnas o el tamaño, pero no la disposición de elementos. Todo es igual salvo en este pequeño templo del que yo hablo. Es el caos ordenado, siete capillas en un reducido espacio pero se ordenan con cierta lógica, sin molestarse entre ellos y adaptándose genialmente al piso irregular.

Además, la historia de ese lugar es muy especial. Según las leyendas y los mitos, allí fue donde Atenea, diosa de la inteligencia, y Poseidón, dios del mar, disputaron quién sería la divinidad tutelar de la ciudad que acabaría siendo capital de Grecia. Finalmente el olivo de Atenea fue considerado más útil que el arroyo de agua salada de Poseidón, y por ello el primero se encuentra a las puertas de este pequeño templo, en lo alto de la Acrópolis.

Me estoy extendiendo mucho, así que sólo me queda esperar que alguno de los lectores que se han aventurado a leer mis reflexiones hayan alcanzado este punto, ya no pediré el mérito de concluirlo y firmar :)

Pasemos al tercer punto de esta lista. ¿Alguna vez habéis caminado por medio de la naturaleza? En Asturias somos unos verdaderos afortunados por la variedad de entornos naturales que tenemos. Desde playas bañadas por el Cantábrico hasta zonas de montaña, nevadas o boscosas, pasando por verdes valles, preciosos ríos o acantilados que dejan a uno boquiabierto. Sin embargo, pocas veces nos paramos a mirarlo. Incluso cuando aparece en anuncios cambiamos mecánicamente de cadena.

A mí personalmente me gustaría poder ir cualquier día a caminar toda la tarde por alguna de las sendas que atraviesan nuestros bosques, es una de las actividades que más me gusta y además, si se hace en compañía de un pequeño grupo, no sólo se hace más divertido el viaje sino que acabas forjando una intensa amistad con aquellos que te acompañen.

La pena es que casi nunca encuentro tiempo para estas pequeñas aventuras, y cuando así es nadie se apunta a hacer conmigo ese viaje al seno de la naturaleza.

Pero… ¿y si nada de eso existiese? Imaginaos que por un momento despertásemos y en realidad todo lo que conocemos no sea más que una novela creada para un largo sueño. Ya Platón hablaba de ello en el Mito de la Caverna, pero no es él quien se incluye en esta lista, sino una revisión moderna de su mito con pinceladas de otras filosofías y algo de acción. Hablo de una de las joyas del cine moderno, de la saga de Matrix.

Las aventuras de Morfeo, Tríniti y Anderson contra el agente Smith y el mundo creado por las máquinas. Las tres películas principales mas los nueve cortometrajes de Animatrix han creado un mundo de gran calado como pueden ser los de Star Wars o El señor de los Anillos. Pocas son las películas que verdaderamente pondría en una lista de las mejores, pero sin duda la trilogía de los hermanos Wachowski sería una de ellas.

Son películas que admiro profundamente por su trama, por los personajes, por cómo se narran los hechos, por sus combates, porque mantienen la tensión hasta el final,… pero, sobre todo, porque no son simplemente historias vacías de acción o aventuras. Tienen un estudiado (o si no, al menos sugerente) trasfondo filosófico que nos invita a una reflexionar sobre quienes somos nosotros y si realmente estamos donde creemos o se trata todo de una ilusión puesta ante nosotros.

Pero volvamos a la realidad, a por el quinto elemento de la lista. Se supone que cuando uno estudia algo es porque realmente le encanta, le apasiona y vive cuando es partícipe de ello en el aprendizaje. Compadezco de veras a quien no pueda decir eso, que no está en la carrera o los estudios que él o ella ha elegido o esperaba.

Yo soy de los afortunados que me apasiona mi carrera. Para mí Historia fue siempre la primera opción, casi desde que tengo uso de razón. De pequeño me vi todos los capítulos de la serie “Erase una vez”, de hecho nunca me gustó “Dragon Ball” u “Oliver y Benji”. Cada mañana antes de ir a clase me sentaba religiosamente ante el televisor para ver a ese anciano de larga barba blanca, una barba propia de un sabio. En aquellos años aún no pensaba en hacer esta carrera que ahora ocupa todo mi tiempo, de hecho no sabía que era la universidad, pero a partir de sexto de primaria (exacto, cuando aún cambiábamos al recreo los cromos de Digimón y jugábamos con los Pokemon en la Game Boy) supe que mi destino sería estudiar lo que ocurrió en épocas remotas de la humanidad.

El culpable fue un trabajo sobre Roma que tuve que hacer para clase. No sé cómo acabé escogiendo un tema tan extraño para un chico de colegio, pero lo cierto es que aún con su simplicidad quedé cautivado. Así es que todavía hoy me encanta pensar como podía ser la vida en los feudos de la Edad Media, quedar absorto leyendo el Ab urbe condita de Tito Livio o mirando los mapas del frente en la Primera Guerra Mundial.

Para terminar nos vamos a poner un poco sentimentales. He estado por la tarde leyendo uno de los libros de clase, aunque buenamente pudiese haber entrado en mi colección por el renombre de su autor. Es el “Banquete” de Platón (a quien, por cierto, ya mencioné antes). Trata sobre cinco amigos de Sócrates que se proponen, junto con el filósofo ateniense, hacer un elogio cada uno al dios Amor.

Y pensando en ello me surge la idea para la última de las cosas que me gustan y se incluyen en esta lista, pues lógicamente hay más que no incluyo por falta de espacio o porque no recuerdo en este momento. Se trata de un beso, pero no un beso cualquiera.

Excluyamos primero a esos que se dan en la mejilla como saludo o fruto del compromiso. Quedémonos únicamente con aquellos que sean la mayor muestra de amor posible. Sirve tanto un simple contacto entre los labios como uno de película. Cualquiera de ellos nos sirve para el beso que quiero incluir en esta lista: el beso de despedida.

Se trata del último que se da antes de despedir a nuestra pareja tras una tarde o noche juntos. Suele estar cargado de la alegría de haber pasado uno de los mejores días de nuestra vida, del amor entre ambos, pero también del deseo de volver a estar juntos. Y por ello, por la conjunción de esos tres elementos, suele ser el que más se recuerda, último recuerdo del ser amado hasta la próxima vez que lo volvamos a ver.

Puede haber quien crea que esta reflexión con que concluye mi artículo es fruto de una locura transitoria, y no lo niego, pero, ¿acaso un beso de amor no es una de las cosas más bellas que podamos tener? ¿Por qué, pues, no habría de ser incluido entre estas líneas? Además quise ser un poco selectivo y elegir uno en concreto. Es por ello que he decidido referirme a ello aquí.

Espero que mi largo texto os haya gustado. Y quiero felicitar de veras a quien lo haya leído en toda su extensión, pues me ha llevado un par de horas redactarlo y debe tener la mayor extensión de todos lo que hasta el momento he publicado.

Un saludo a todos.

3 comentarios:

  1. Lo he leído hasta la última palabra, y no te quepa duda que con placer. Te expresas como un libro abierto y, lo que es aún mejor, nos haces partícipes de tu conocimiento de la historia. Cuentas cosas, pequeños detalles, que rara vez un profesor comenta y que son, precisamentes, lo que hace que el estudio de lo ya pasado resulte ameno e interesante.
    Ánimo, nada es demasiado extenso cuando es placentero.

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  2. No te preocupes por extenderte. Siempre que escribimos más de la cuenta en un blog pedimos perdón, cómo si existiera un límite de palabras pactado para postear...
    PD: Me ha gustado mucho la parte del beso.

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  3. Es extenso, eso no te lo puedo negar, pero escribes textos que cuando uno los empieza a leer no apra hasta llegar al final. Magnifica entrada. Estoy de acuerdo con vesedo, la parte del beso, la mejor

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