Suena a fonética pero no lo es, aunque bien podría ejemplificarlo mi examen de hoy. Os pondré en antecedentes: lunes, 28 de abril de 2008. A las 7 y diez me despierta, pues el despertador decidió no sonar lo suficientemente fuerte. Con prisas desayuno y me compongo para ir camino de Milán, digo… del Milán.
Con el tren perdido me veo abocado a tomar el autobús (lo odio, es como una lata de sardinas). Aun así llego con tiempo de sobra, media hora para repasar la evolución de la yod (sonante semivocálica con cuatro alófonos, jeje) y comentar dudas con los compañeros, es decir, acabar con más de las que entramos en la sala.
¿A qué se debe este baile de tensión?, os preguntareis. Pues lógicamente sólo puede corresponder a un examen. Examen parcial de evolución fonética del griego, desde su origen indoeuropeo hasta que Alejandro instaura la koiné. Toda la evolución de dos milenios en siete temas.
Pero no es un examen cualquiera. Para mí es también una prueba de fuego de cara a junio (el temido monstruo del artículo anterior), una forma de comprobar que soy capaz de retomar la dinámica del curso pasado tras un paréntesis de demasiada tranquilidad.
El examen comienza bien, sólo debemos identificar, analizar y evolucionar cinco formas verbales. No son muy complicadas a primera vista, incluso parece todas del tema de presente, reino indiscutible de la yod antes mencionada frente al futuro donde la “s” (fricativa alveolar o silbante) impone su ley.
La primera forma me lleva más tiempo del que cabía esperar, pero no pasa nada, pues el que estaba detrás mío iba por la segunda y el tenia un examen más corto y está más acostumbrado que yo a la fonética ya que es de la carrera de clásicas. Por cierto, no es que yo mirase su examen para copiar, sino que lo preguntó la profesora.
Las siguientes tres formas me llevan todas una hora, con lo que concluye el tiempo de examen y sólo quedo yo en la sala. No está mal hecho tampoco, estimo que tengo para un 6 o un 8, no porque tenga cosas mal sino porque se me olvidase poner algo.
Me queda un verbo en ese momento: /kri:nei/. La desinencia la conozco, le falta una “s” aspirada en Protogriego y eliminada durante el Micénico, pero no lo relaciono con ese verbo. He aquí donde entra en juego ese nuevo fonema, la oclusiva mental. No sé porqué pero por mucho que pienso no doy con la forma indoeuropea. Lo atribuía a un tema de presente como las otras pero tampoco, pues tiene vocal temática y esa desinencia no la permite.
Son esa idea entrego el examen. Creo haber hecho correctamente 4 de las 5 formas, el aprobado pues lo tengo y puede que incluso notable.
Salgo a la calle, me da el aire y me pongo a pensar en ese krinei. Treinta segundos más tarde doy con la solución. El origen es /krinseasi/. Raíz “krin”, sufijo “s” de futuro que se aspira en Protogriego, gemina a la nasal en Micénico y se simplifica alargando la vocal de timbre “i” en el año 100 a.C. (Primer alargamiento compensatorio). Por otro lado, la desinencia asiste a la aspiración de la silbante intervocálica en Protogriego, la supresión de la fricativa intervocálica resultante en Micénico, posterior contracción del hiato /ea/ en Edad Oscura dando lugar a una vocal larga abierta de timbre “e” que diptonga con la “i” segundo elemento de diptongo situada en final de palabra, el cual se simplifica en una “e” larga cerrada con posterioridad a la despalatalización de la “a” palatal y adoptando la grafía “ei”.
El problema es que ya había entregado el examen. Perfilé esta solución mientras caminaba por el parque San Francisco y escribo esto mientras espero mi turno en la Consejería de Educación. Tengo aún 40 números para lamentarme por perder así una nota que podía haber sido un poco mejor.
Un saludo
Pd: A las diez de la noche puedo confirmar que mi nota ha sido un 5. No es lo que esperaba pero es un aprobado al menos.