lunes, 4 de agosto de 2008

Morriña

No se que tendrá, pero me emociona. No hablo de una película ni de ninguna canción, es algo mucho más sencillo pero aún así más difícil de sentir o incluso de comprender.

Nunca nadie fue profeta en su tierra, reza el refrán. Y realmente es cierto, porque ¿alguien ha hecho las rutas turísticas de su ciudad de residencia? Seguramente no. Y en caso de que los haya, seguramente sean una minoría. Es que no apreciamos lo que tenemos hasta que salimos fuera. Yo allá por Febrero o Marzo estoy hartísimo de Asturias, me parece horrendo y deprimente, sin ningún tipo de producción cultural digna de mención y con una población bestia e inculta.

Pero a lo anterior he de añadir una cosa, durante el curso apenas abandono la ciudad, y eso tanto en Asturias como en cualquier sitio deprime hasta a un payaso. Cuando viajo el tren si no voy leyendo puedo apreciar parte de esa belleza de las tierras astures, pues a través de la ventana se aprecian verdes valles con ganado pastando, o la costa con sus olas rompiendo contra los acantilados y las playas. Son visiones que realmente merecen la pena un día de paseo, incluso en estaciones de tremenda lluvia, en las que “parece que el cielo caerá sobre nuestras cabezas” como dirían en la famosa aldea gala.

Y nada de eso puedes apreciarlo cuando siempre estás inmerso en ello. Si todos los días escuchas a Mozart acabarás cansado de él, pero si un tiempo lo cambias por Beethoven, cuando vuelva a poner a Mozart apreciarás de nuevo la belleza de sus armonías. Algo así ocurre con la zona donde se reside. Yo acabo odiando vivir en una pequeña villa hasta que paso un mes en una gran cuidad, en ese momento deseo volver a ver los verdes campos de mi tierra, sus bellos acantilados,… (aunque sigo odiando vivir en una pequeña villa, que conste).

Así me pasó el último viernes, volvía yo en tren después de residir un mes en la capital y el paisaje castellano hasta la Cordillera Cantábrica me pareció anodino, sin chiste alguno. Pero cuando empezaron a haber elevaciones de terreno todo cambió. Comienza a verse el color verde en las laderas de las colinas, y ya cuando comienzas a cruzar la muralla geográfica todo va a mejor.

Casi se me saltan las lágrimas cuando escucho por megafonía que nos acercamos a Pola de Lena. Miro de nuevo por la ventana y veo los verdes prado asturianos, las nubes en el cielo oscuro y un río cercano. Por fin en casa. Después Mieres y por fin Oviedo.

Todo ha terminado, de vuelta en casa ansioso por salir de fiesta y por ir al campo. Deseo, ansío, preciso, necesito ver hierba natural, ver el mar y si hace falta la playa. Y ya al día siguiente lo conseguí :D