miércoles, 30 de enero de 2008

El día de la verguenza

Los romanos del cambio de era distinguían entre varios tipos de días. Su sistema de datación era tan complejo o más que el numérico. Pero, además de ello, cada año determinaban, en el primer mes, que fechas iban a ser festivas y cuales no. Los primeros eran días fastos, no necesariamente para toda la población pero sí, al menos, para una clase social o gremio de oficios; los segundos eran no fastos y no sólo carecían de festividad sino que normalmente eran recordados por alguna tragedia para el pueblo romano.

De los últimos deriva la palabra castellana nefasto, según la Real Academia de la Lengua su significado actual es “Dicho de una persona o de una cosa: Desgraciada o detestable”. Y así es como yo quiero denominar al día de hoy, no sólo carece de fiesta, sino que, por desgracia, recuerda hechos aciagos en la historia europea y mundial.

En el periodo de Entreguerras (1918-1939) Alemania disfrutaba de un gobierno democrático al modelo de los Estados occidentales, que había vivido una recesión posbélica pero, gracias a la ayuda británico-estadounidense lograba recuperar la estabilidad. Pero el sistema político alemán, incapaz de hacer frente a los ecos del “Crack el 29” en la bolsa de New York, fue cayendo progresivamente en el desprestigio y la inestabilidad.

Gobiernos multipartidistas que intentaban aglutinar a sectores completos de la opinión pública eran débiles por su propia composición y dificultad para alcanzar acuerdos. En ese momento el Presidente de la República alemana era Paul von Hindenburg, antiguo mariscal de campo durante la Gran Guerra.

En ese clima, los votos en las elecciones se desviaron progresivamente del centro a los partidos de cariz extremista, tanto de izquierda como de derecha. Hindenburg también colaboró al cambio que sobrevendría cuando, tras la dimisión de Müller (último presidente de gobierno democrático alemán antes de la Segunda Guerra Mundial) comenzó a concentrar poderes en su persona.

Con un Reichstag, el Parlamento alemán, cada vez más debil, el 30 de enero de 1933 (hace hoy 75 años) el Presidente de la República nombraba a Hitler como presidente de gobierno, transmitiéndole la misma concentración de poderes que había reunido para sí antes de las elecciones. Fue el día que la sentencia de muerte a la Paz en Europa quedó firmada.

Los ilustrados habían dividido dos siglos atrás la maquinaria estatal en tres organismos controlados entre sí: ejecutivo, legislativo y judicial. Es un sistema que se protege a sí mismo de excesos. Pero si uno sólo de los poderes posee su propia atribución y la de otro, el tercero resulta inoperante. Eso ocurrió en Alemania. A partir del 30 de enero no hubo democracia, sino un poco evitable camino hacia la Segunda Guerra Mundial.

Aunque inicialmente pretendió dar apariencia de ser un gobierno más, al incluir a ministros de otros partidos, no hemos de olvidar que lo encabezaba un individuo megalómano, xenófobo hasta el extremo y que pocos años antes había pretendido hacerse con el poder por la fuerza.

Fue un día nefasto que condujo a una guerra nefasta, pero ha de ser recordado para que nunca más vuelva a repetirse.

Pd: Como titulo he escogido el de un artículo que nos entregó el profesor de Historia Contemporanea y en del cual he obtenido buena parte de la información aquí recogida. El artículo es: "El día de la verguenza - El País domingo 27-01-2008

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